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Sainete Lírico en un acto, con libreto de López Silva y Fernández Shaw, música compuesta por el maestro Ruperto Chapí.

He aquí el ámbito principal de la obra, tal y como establecieron los autores: Patio de una casa de vecindad. Escalera que conduce al piso primero, en el que hay un corredor que da al patio. A la derecha, puerta del cuarto de Gorgonia y Cándido, en primer término, y en el segundo la del cuarto de Felipe. A la izquierda, la del Tiberio y  Encarna. Al fondo están las de Soledad y Atenedoro. En corredor superior  las de Mari-Pepa y el señor Candelas. En el fondo, la puerta amplia que da a la calle.

Es de día, Tiberio, Felipe y Cándido están jugando una partida de cartas mientras Atenodoro templa su guitarra en el piso de arriba ante el desagrado de los presentes, en especial de Soledad.

Acto seguido, y tras las insinuaciones de las mujeres, Atenodoro entona sus seguidillas, que tratan del revuelo que está armando en el patio de vecinos la actitud de Mari-Pepa. Entre el desprecio de las mujeres y el encandilamiento de los hombres, Mari-Pepa aparece como el motivo de enfrentamiento que va provocando entre los vecinos tensiones entre unos y otros.

Sigue la partida de cartas, mientras entre los hombres se comenta el impacto que está causando la joven. Llega el señor Candelas, el casero, que preocupado por la situación sermonea a los hombres. Una vez alejado Candelas, Felipe empieza a razonar a sus compañeros de juego sobre la actitud que éstos adoptan ante Mari-Pepa.

Sale entonces Mari-Pepa a tender ropa, provocando un gran revuelo entre los jugadores,  mientras Felipe manifiesta que la joven le produce tensión y nerviosismo. Candido, Tiberio y Atenodoro, pretenden conquistarla, en tanto que ella describe con sus palabras los méritos de la mujer bella debe tener. Mari Pepa se va, los hombres quedan encandilados por la escena anterior. Cándido empieza a dar unos pases de baile para manifestar su alegría, pero llega oportunamente Gorgonia, seguida de Encarna y Soledad, las cuales recriminan a sus respectivos hombres su encubierta pasión por Mari Pepa. Se arma tal revuelo que nuevamente aparece el señor Candelas dispuesto a poner paz en el patio. Tras las oportunas explicaciones por parte de Gorgonia, y ante la pasividad de los hombres, el casero decide llamar al orden a la muchacha causante del revoloteo de los hombres del patio.

Una vez solo, Candelas manifiesta deseos de aclarar de una vez por todas la tensa situación que se está produciendo en patio de vecindad. En ese momento llega Mari-Pepa, que es recibida con dureza por el casero. La muchacha manifiesta malintencionada sorpresa ante la actitud de Candelas y deja que éste se explique mientras ella va adoptando posturas insinuantes, y que acaban por encender al casero, que a pesar de su edad y su dura postura, acaba por ceder ante los encantos de la muchacha.

Ella entonces se disculpa diciendo que la naturaleza es la causante de los devaneos de los hombres del patio, concluyendo con una descripción de los «encantos» del casero, lo que hace caer en la trampa al pobre Candelas que en medias palabras le insinúa una viva pasión. La conversación es interrumpida por la aparición de Gorgona, el señor Candelas, para disimular, adopta de nuevo la tensa postura del principio y finaliza su intervención reconviniendo a Mari-Pepa para que cambie de actitud.

Poco después y provocada por Gorgonia, Mari-Pepa deja escapar palabras insultantes para las otras mujeres, echándoles la culpa de la inapetencia de sus respectivos maridos y de los devaneos de éstos con ella, cosa que enfurece todavía más a las vecinas. Cuando la discusión llega a su máxima tensión, aparece Felipe, poniéndose de parte de las vecinas e increpando a Mari-Pepa.

Se quedan entonces solas Gorgonia, Encarna y Soledad. Gorgonia propone a las otras tender una trampa para dar un merecido castigo a los hombres. El plan se urde a medias palabras y en un clima enfervorizado por todo lo sucedido en las escenas anteriores.

Mari-Pepa pasa casualmente por una calle y ve salir de una buñolería a Felipe acompañado de dos chulapas,  la muchacha se retira para no ser descubierta mientras refunfuña lo dolida que está ante tal descubrimiento. Se quedan entonces a solas Felipe y Mari-Pepa y ésta manifiesta su sorpresa ante la actitud del joven, quien suele manifestar indiferencia por la muchacha. Felipe la da una perorata sobre su actitud voluble y sobre el revuelo que causa allá donde va, mientras ella le replica sacándole a relucir la catadura de las chulapas que le acompañaban.

El diálogo es tenso y en algunos momentos parece que va a acabar en ruptura, pero Felipe aprovecha para describir el tipo de mujer con el que sueña, fiel retrato de Mari-Pepa, aunque sin reconocerlo. Lo mismo hace la joven con el amor de sus sueños, antes de separarse, uno y otro parecen titubear pero, finalmente, acaban por despedirse sin llegar a ningún acuerdo.

En el patio de vecinos, todos los están celebrando la verbena con el canto de unas guajiras mientras se urde la trampa según la cual se supone que Mari-Pepa ha convocado por separado a los tres enamorados a las diez para tener una “entrevista” personal con ellos. También el señor Candelas ha recibido la peculiar invitación. La agitación que domina a los hombres se mezcla con la alegría de la fiesta. Todos salen para la verbena callejera.

Los cuatro hombres inventan excusas para quedarse en el patio mientras las mujeres salen. Felipe aprovecha entonces para manifestar la emoción del encuentro con Mari-Pepa y su extraña actitud. Sale entonces la muchacha que ha decidido no asistir a la verbena y entabla con Felipe un encendido dúo de amor.

Las mujeres vuelven sigilosamente para asistir al desenlace de la trampa. Por su parte cada uno de los cuatro galanes hacen sigilosamente su camino sin descubrir a sus oponentes, de golpe se encuentran todos encaminados hacia el mismo fin y cada uno de ellos inventa a toda prisa una excusa que justifique su presencia en el patio. Como ninguno de los cuatro está dispuesto a marcharse, la situación se vuelve tensa, hasta que cada uno por su parte inicia una retirada simulada para ver la actitud que toman los contrarios.

Mientras tanto, Felipe, encendido por los sentimientos que ha despertado en él su anterior encuentro con Mari-Pepa, se decide a actuar. Los cuatro tunantes vuelven decididos a conseguir su propósito para lo cual apagan la luz. El revuelo que se arma es todavía mayor que en la ocasión anterior puesto que ahora Felipe interviene también decidido a defender sus intereses. La escena acaba en tumulto, reparto de bofetadas y presencia de todos los vecinos que han corrido a sus puertas al oír el jaleo armado.

Tienen lugar entonces las oportunas explicaciones de las tres vecinas que suavizan los celos de Felipe y sirven de castigo moral a los frustrados amantes. Ante el requerimiento amoroso de Felipe, que ruega a Mari-Pepa que abandone el lugar, ésta, dando a entender su pétrea honradez, manifiesta que para defender su virtud no necesita alejarse.

Reparto

Mari Pepa Rosa Ruíz
Gorgonia Amelia Font
Soledad Lourdes Martín
Encarna Juana Sánchez
Felipe Andrés del Pino
Señor Candelas Pablo Prados
Atenedoro Luis Pacetti
Cándido Miguel Guardiola
Tiberio Guillermo Díaz
Chupitos Nuria Pérez

Ficha Técnica

Coreografía Aida Sánchez
Maestro repetidor Félix Rodríguez
Sastrería Victoria Rubio
Escenografía  Guillermo Díaz
Diseñador gráfico Sergio Martín
Regiduría Eva Gallardo

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