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Zarzuela en tres actos, sobre libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw

Acto I

Al comenzar el acto está amaneciendo. La escena nos presenta un suburbio de pescadores en donde está instalada la taberna de Juan de Eguía, haciendo frente a un café llamado “Café del Vapor”. Al fondo se divisa la ría con sus pequeños vaporcitos pesqueros. En la otra rivera, la Cofradía de los Mercantes y la iglesia, de trazado gótico, unidas con el pueblo por un viejo puente romano. Nos encontramos con Juan de Eguía, antiguo contrabandista, dueño de la taberna que está en el puerto, y que atiende Marola, una hermosa joven que todos creen su amante. Verdier es el patrón de un barco que lleva seis años sin atracar en Cantabreda, y Simón un viejo alcohólico, antiguo aventurero y hoy vagabundo que vive y bebe de la caridad de los pescadores. Los tres interpretan una habanera de claros tintes coloniales, colorístamente instrumentada por Sorozábal, en la que recuerdan con melancolía los días de antaño en que surcaban los mares. Aunque Marola no es la amante de Juan, éste no lo desmiente puesto que la muchacha es el centro de atención del local al que acuden los marineros atraídos por su belleza y simpatía. Marola está enamorada de Leandro, uno de ellos, y él, que también la quiere, no lo confiesa por creerla amante del tabernero.

Acto II

Las mujeres se ven amenazadas porque la belleza de la tabernera atrae en exceso a sus maridos, a quienes la pícara Marola responde con un tema de filiación popular. El número es interrumpido de forma trágica por las frases de Antigua y Juan de Eguía que reprende duramente a su “fingida” esposa, pero el sonido del leit motiv de Leandro, que desde la calle continúa pensando en su amor -Marola- añade un toque de esperanza a la dureza de la escena. Simpson que concluye un solo, observa cómo los marineros salen de la taberna y explica a Leandro que ha sido utilizado por Marola para llevar a cabo la peligrosa misión de rescatar de los acantilados un fardo lleno de cocaína. El joven se lamenta de su desgracia, afirmando que Marola es buena y no le ha utilizado porque también le ama, en la famosa romanza “… no puede ser, esa mujer es buena …”

Marola reaparece en escena y explica por fin a Leandro que Juan de Eguía es su padre y que debe recoger el fardo para evitar que le prendan. Éste entra de nuevo en la taberna y pide a Leandro que se ocupe del trabajo a cambio de entregarle a Marola, desconociendo que el joven sabe ya que es el padre de la joven y no su parido. Pese a las advertencias de Simpson, antiguo cómplice del tabernero, y pese a la confesión de Marola, Leandro decide arriesgarse como muestra de su amor, a lo que ella responde decidiendo correr su misma suerte.

Acto III
Marola y Leandro se dirigen en una barca a recuperar el fardo de cocaína, pero un temporal hace zozobrar la embarcación, que se estrella contra las rocas. Las personas que contemplan el naufragio dan por muertos a los jóvenes amantes. Juan de Eguía llora desconsolado la pérdida de su hija y del joven marinero, confesando ante todos la mentira con la que tenía engañado a todo el pueblo. Sus sinceras lágrimas dan a entender el inmenso cariño que profesa a su hija y el dolor de no habérselo expresado nunca. En este momento los náufragos son vistos en el horizonte y son rescatados milagrosamente del mar. Juan de Eguía, arrepentido de su comportamiento, se reconcilia con su hija y con Leandro, se entrega a las autoridades y ve feliz cómo los jóvenes se funden en un apasionado abrazo mientras resuena en la orquesta una Salve Marinera, que evoca la justicia divina.

Reparto

Marola Ruth Terán
Juan de Eguía Andrés del Pino
Leandro Luis Pacetti
Chinchorro Pablo Prados
Antigua Amelia Font
Ripalda Miguel Guardiola
Verdier Carlos London
Valeriano Patricio Sánchez
Fulgen Guillermo Díaz
Senen Daniel Romero

Ficha Técnica

Coreografía Aida Sánchez
Maestro repetidor Félix Rodríguez
Sastrería Victoria Rubio
Escenografía  Guillermo Díaz
Diseñador gráfico Sergio Martín
Regiduría Eva Gallardo

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Obra completa

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